por Gabriel Holand
Durante 30 años los grupos de poder sembraron vientos y Trump es el torbellino que están cosechando.
Es probable que el candidato republicano para las presidenciales de Estados Unidos, Donald Trump, se convierta en el cuadragésimo quinto presidente de ese país, lo que, se sabe, preocupa a la mitad de la sociedad estadounidense -el otro 50% votaría al magnate según las encuestas- y sobre todo a la opinión pública mundial.
En ese contexto, dentro de la catarata de noticias que hay en los medios sobre la carrera por el sillón de la Casa Blanca existe un matiz que apenas se explica: por qué una parte -repito, una parte-, de la elite financiera y política se opone al emergente social Trump.
Para responder a esa cuestión permítase dejar de lado por un momento el costado xenófobo y militarista del candidato y, en cambio, entender por qué podría llegar al poder y quiénes serían los potenciales beneficiados de semejantes circunstancias a la hora de gobernar y tener que dejar de lado la retórica de campaña.
Para ello, nada mejor que mencionar algunos extractos del libro de David Stockman Trumped! A Nation On The Brink Of Ruin… And How To Bring It Back ( en español, hace un juego de palabras con el apellido Trump y sigue “una nación al borde de la ruina … y cómo hacer para que vuelva”). En algunas citas dice, palabras mas o menos , que durante treinta años los grupos de poder sembraron vientos y Trump es el torbellino que ahora están cosechando.
Pero, ¿cuáles pueden ser las contradicciones entre los sectores de un poder y un billonario del mismo club? Parece ser que el candidato encontró la veta política al aparecer como la “voz de la calle” que grita -literalmente- ante la sordera de las elites que se hacen las distraídas ante los graves problemas socioeconómicos de la sociedad estadounidense en su conjunto porque, simplemente, a ese pequeño grupo le va mejor que nunca.
En otra palabras una gran numero de ciudadanos vienen perdiendo bienestar y estabilidad económica desde hace veinticinco años, mientras que, en la vereda opuesta, algunos sectores de las finanzas ven engrosar sus arcas en forma exponencial.
Esa situación es la que denuncia el candidato republicano en su discurso, y ello le suma adeptos a la vez que logra preocupar al establishment en Washington (por ejemplo, el señor Paul Singer, quien es bastante conocido en nuestro país) que se alza contra este Robin Hood del siglo XXI. Claro, a veces se olvida que dicho personaje de leyenda brilla hasta hoy por representar una quimera nunca cumplida en el mundo de la realidad.
Y el sustento de las diatribas de campaña se basan en la existencia de serios problemas que al carecer de solución alimentan la fantasía que un personaje mágico las resuelva. Por ejemplo, el endeudamiento masivo de las familias americanas, la falta de buenos y bien remunerados trabajos que afecta a una clase media que hasta los 90 gozaban de una realidad social mas beneficiosa y que, últimamente, no para de caer.
Por tanto, que pocos ganen mucho a costa de la mayoría es la historia de la sociedad americana -y mundial- pero años atrás la injusticia estaba más repartida.Y a consecuencia de lo anterior hoy en el país del norte el 90% de las familias no tiene mas patrimonio que el que acumulaban en 1985; mientras que el 1% mas poderoso vio multiplicar casi 300 veces su riqueza en el mismo período.
Y esto tiene consecuencias económicas, además de las éticas, ya que el patrimonio de la mayoría creció temporalmente durante los 15 años en que la gestión de Alan Greenspan en la FED alimentó la burbuja inmobiliaria, pero ello culminó en la gran crisis financiera de las deudas hipotecarias que minó el consumo y la inversión, verdaderos motores de la economía de un país.
En EE.UU. el 90% de las familias no tiene más patrimonio que el que acumulaban en 1985
Y en buena medida ese fenómeno benefició a algunos grandes operadores del mundo de las acciones y los bonos contra la economía real, convirtiendo a Wall Street en un verdadero casino alimentado por la expansión monetaria sin límites de la FED.
En pocas palabras, sólo los que jugaron con grandísimos volúmenes ganaron patrimonio en detrimento de los pequeños y medianos inversores.
Sin embargo, el mito existente, alimentado por algunos medios de comunicación, insiste en que la economía de EE.UU. se encuentra saliendo de su crisis. Sin dudas, la pintura general muestra una mejora en relación con los primeros años poscrisis 2008, pero como siempre el diablo está en los detalles.
Por ejemplo, el desempleo mermó a costa de pagarse menores salarios, peores condiciones laborales en general y dificultades para cubrir la canasta mínima de alimentos para muchos. Y para comprobarlo basta recorrer algunos centros de ayuda comunitaria en la ciudad de Miami que, por ejemplo, ofrece bolsas de comida.
Y, además, a esta “sensación de recuperación” la acompaña un medidor de inflación que, según como se mire, impide ver parte de la realidad. Para decirlo fácil, el Indec estadounidense suele contrastar el nivel salarial contra la llamada “core inflation” que no cuenta los aumentos de alimentos, combustible, transporte, etcétera, considerados estacionales.
Entonces la comparación con los sueldos resulta engañosa porque la inflación “de bolsillo”, que afecta al ciudadano promedio es mas alta que el índice desestacionalizado. Y eso se traduce en pérdida de poder adquisitivo, lo cual explica buena parte del malhumor de las mayorías para quienes Trump dice tener soluciones.
Y toda esta situación potencialmente explosiva -hoy, mañana o a mediano plazo- representa también un riesgo para el mercado accionario norteamericano que se encuentra en una inmensa burbuja de sobrevaloración alimentada por los crédito a tasa cero otorgados por la FED a los bancos y que, como queda dicho, benefician sólo a unos pocos.
Publicado en Diario BAE