En los últimos seis meses la cotización subió 23%, pero no todos la aprovecharon
Últimamente, diversos análisis financieros globales destacan la oportunidad de invertir en oro, ya sea a través de monedas o fondos de inversión en ese metal. Probablemente esto se deba, en parte, al resultado de cierta inestabilidad económica y política en los países desarrollados. Pero, además, da la impresión de que algunos grandes jugadores están especialmente interesados en alentar ese tipo de apuestas.
Así las cosas, durante las últimas semanas el fondo de inversión en oro SPDR Gold Shares registra el ingreso de nuevos clientes por u$s1.000.000, lo cual refleja el decreciente apetito de riesgo en los mercados que quieren protegerse de la volatilidad creciente durante las últimas semanas.
La cotización del oro subió 23% durante los últimos seis meses pero, para algunos analistas, estaría agotando su ascenso. Sin embargo, surgen dudas sobre esas apreciaciones sobre todo si recordamos que alcanzó picos de valor al cotizar u$s1.782 en febrero del año 2012 en plena crisis europea y debilitamiento del dólar, por lo cual podemos pensar que a mediano plazo su valor podría consolidarse.
Y ello podría resultar una oportunidad para que diversas naciones emergentes mejoren la calidad de sus reservas nacionales que actualmente tienen muchos dólares, euros y yuanes y poca tenencia de oro. En otras palabras, tal vez sea el momento para aliviar el stock de monedas sin mucho respaldo y aumentar las compras de metal duro que, afortunadamente, se encuentra lejos de la fiebre emisora de los bancos centrales.
Y vale recordar que por alguna razón las autoridades monetarias de los países desarrollados (Francia, Italia, Alemania) guardan entre 60% y 70% de sus reservas en esa especie. En la misma zaga, y según estadísticas correspondientes al mes de marzo, China mantiene el 2% de sus reservas declaradas en oro, India 5%, y Rusia, en parte para evitar las sanciones financieras debido al conflicto con Ucrania, atesora el 15% de las reservas nacionales en el metal.
Casi en las antípodas, estamos las naciones emergentes, siempre compradores voraces de bonos del Tesoro norteamericano, del alemán y otros que tienen mayor grado de estabilidad. Y ello se debe a que guardamos mayores tenencias de moneda, sobre todo dólares estadounidenses, para garantizar la existencia de caja ante problemas cíclicos como la falta de divisas, fuga de capitales o crisis de deuda gubernamental. Y ante esas situaciones, claro está, hace falta tener billetes disponibles para evitar catástrofes financieras o la imposibilidad de pagar insumos de importación.
Y dichas compras a granel ayudan a que se depriman aún más los rendimientos de dichos activos en los cuales, justamente, depositamos nuestro dinero. Es decir, los compramos a tasa cero como inversores pero pagamos entre 5% a 8% por los créditos internacionales que solicitamos.
Pero con el oro, el mencionado problema de los bajos rendimientos se atenuaría en gran medida porque el metal, en ciclos de cuatro o cinco años, suele ofrecer mejores retornos que los bonos de corto y, fundamentalmente, tienen mucho menor riesgo y buena liquidez, lo cual es una característica central a buscar en todo activo de reserva. En otras palabras, es cierto que el metal atesorado no paga intereses, pero los bonos de corto tampoco lo hacen. Y siempre es bueno recordar que ante la aparición de cualquier escenario crítico o de inflación el precio del oro suele crecer. Eso sucedió por ejemplo durante el año 2011, en el cual las 54 toneladas de oro que guardaba entonces nuestro Banco Central permitieron obtener una ganancia de u$s2.600 millones, equivalentes a un año de AUH de entonces, gracias a que la crisis elevó sus precios a niveles récord.
Y si todo lo analizado hasta aquí sería provechoso para los países, también podría resultar beneficioso para los inversores individuales.