Una serie de acontecimientos ponen en vilo a la economía global. Y, a diferencia del terremoto que se desató durante la crisis del año 2008, esta vez se debe a la sumatoria de problemas regionales que, en su conjunto, nos recuerdan la falta de soluciones a las mismas cuestiones estructurales que dieron lugar a lo acontecido hace ya ocho años con el desplome de las hipotecas subprime en los Estados Unidos.
Y entre esos nudos conflictivos importa, en primer lugar para Europa pero también para el resto del mundo, la posible salida del Reino Unido de la alianza europea de la cual, recordemos, es miembro aunque conserva su signo monetario, que es la libra esterlina.Tal situación, denominada “Brexit” y que gana adeptos día a día, se dirimirá en un referéndum el próximo 23 de junio.
Y para empezar a entender este fenómeno bien vale recordar las palabras del ex primer ministro británico Winston Churchill, quien dijo, hace ya 65 años, refiriéndose a la relación de su país con el resto del continente europeo: “Nosotros somos parte de ellos, pero no somos de ellos”.
Luego, ese sentimiento parece mantener vigencia y, más aún, extenderse en amplios sectores de la sociedad británica que preferirían un futuro en condiciones de amistad antes que de alianza con las demás naciones del continente que habitan.
¿Qué razones abonan este sentimiento separatista?
En primer lugar, los pactos comunitarios habilitan desde hace años el ingreso de trabajadores provenientes de las naciones más pobres de la alianza a quienes se debe aceptar y permitir acceso al mercado laboral. Y la situación se torna más compleja al pensar que los refugiados de Oriente Medio y África hacen escala en Francia, el campo de Calais es un ejemplo con el solo objetivo de alcanzar las costas británicas.
Por cierto que ambos factores representan en los hechos el ingreso de mano de obra barata que compite con los nativos quienes, claro está, expresan el descontento y responsabilizan a la UE por esa situación.
También influye el hecho de que Inglaterra que posee el segundo PBI de la región detrás de Alemania se recuperó mucho mejor de la crisis económica global que el resto de Europa.
Entonces, se preguntan muchos, ¿para qué pertenecer a la alianza?
Sin embargo existen gran cantidad de ciudadanos indecisos que se preguntan si la salida será mejor o peor para ellos en términos, sobre todo, económicos.
Y el problema es que hacer una hipótesis contrafáctica acerca de qué puede pasar ante una hipotética ruptura, es casi imposible, justamente, porque no existen antecedentes sobre ello.
Así que, según sean los intereses de cada quien, es posible escuchar diferentes campanas y pronósticos. Por ejemplo, el Banco de Inglaterra concluyó que la adhesión a la UE impulsó la economía haciéndola más competitiva y dinámica. Sin embargo, sus detractores sostienen que tales atributos provienen de las reformas tributarias menos burocráticas de la era thatcheriana antes que de la interacción con los socios europeos.
Para sumar al desconcierto bien cabe mencionar las divergentes opiniones de los economistas quienes sí coinciden en un potencial decrecimiento del PBI nacional que oscilaría, atención a las diferencias, entre 0,10% y 3,9 por ciento.
Y el factor que más influiría en ese negativo panorama sería la caída del volumen del comercio eurobritánico, sobre todo al tener en cuenta que las exportaciones de estos últimos mejoraron 55% debido a los pactos de colaboración entre los miembros de la alianza. Y que impactaría en la generación de nuevas fuentes de trabajo
Pero sobre este tema, nuevamente otras voces contradicen lo anterior al sostener que existe poca evidencia que relacione el tenor de las exportaciones con la pertenencia a la alianza, por tanto descreen de una caída de ellas mismas en caso de abandonar su pertenencia. En este último caso, Inglaterra pasaría al igual que India, China o Japón, a gerenciar sus propias exportaciones con el resto del mundo sin mayores problemas.
Claro que la UE también sufrirá lo suyo, ya que dejará de contar con los u$s12.000 millones con los que el Reino Unido contribuye para sufragar los gastos comunitarios.
Como se verá, existen distintas corrientes de opinión y análisis acerca de cómo resultaría el cuadro económico en caso de que el referéndum del próximo 23 de junio señale la decisión de abandonar la UE por parte de los ingleses.
Pero resulta indudable que esta situación agrega un nuevo factor de incertidumbre en la eurozona que, además, se añada a la errática política monetaria y las dificultades propias de economías como la italiana, griega o portuguesa, por mencionar algunas más conflictivas.
Tal vez por la sumatoria de los factores enumerados, entre otros, es que los índices bursátiles de la región resultaron castigados durante el último año. Por ejemplo, el índice FTSE, de la Bolsa londinense, cayó 11% acumulado durante ese lapso, mientras que el CAC 40, de la Bolsa parisina, decreció 20 por ciento.
Finalmente, vale decir que nada llevaría a pensar que dicha tendencia negativa podría revertirse por más estímulos monetarios que aplique el Banco Central Europeo sobre la deprimida economía regional.