Durante la última semana sucedieron algunas cosas que hicieron crecer los valores de las Bolsas de gran parte del mundo industrializado. ¿Por qué sucedió esto? Y, lo más importante, ¿será el punto de partida para nuevas subas o, al menos, lograrán mantenerse en esos niveles?
Nuestra opinión es que ninguna buena noticia aparece en la macroeconomía del mundo para que tal bonanza pueda afirmarse en el corto plazo.
Más aún, con el fin de propender al consumo privado el Banco Central Europeo (BCE) usó su “bala de plata” consistente en emitir más dinero a tasa de interés cero o negativa en algunos casos .Tal es así que ciertos países “pagan” a sus clientes el valor negativo de -0,04% por los depósitos que les dejan, es decir les cobran por hacerles de caja de seguridad.
¿Pero sirvieron para algo acciones similares tomadas en Europa en el pasado reciente? La verdad es que sólo trajo pobres resultados debido a que la llave del consumo pasa por mejorar el ingreso de la mayoría de los ciudadanos y la demanda genuina para las empresas, antes que proponerles nuevas deudas, y también generar una atmósfera de seguridad y confianza que invite a gastar e invertir, antes que a temer por el futuro como ocurre actualmente en diversas naciones europeas.
Además, se necesitaría que la FED (el Banco Central estadounidense) se subiera al tren de pagar también tasas por debajo de cero por ciento. Caso contrario los capitales huirían hacia EE.UU. desfinanciando a la economía de la alianza europea. Y parece muy difícil que eso suceda, simplemente porque los EE.UU. no lo precisan.
Pero Mario Draghi, presidente del BCE, piensa de manera distinta. Y anunció que, además de las medidas que mencionamos, recompraría más cartera “pesada” a los bancos para darles liquidez. Incluso fijaría subsidios o premios para quienes quieran tomar un crédito bancario. Algo así como un “llame ya” crediticio.
Y todo esto en la búsqueda de acrecentar el consumo y la inversión en su continente, por otro lado ya previó que su crecimiento económico para este año sea menor que el esperado.
¿Por qué razón muchos de los países desarrollados juegan con proveer más plata a los mercados como panacea a los problemas? Lo hacen porque piensan que dando mayor dinero barato a los bancos privados éstos lo prestarán a sus clientes, quienes consumirán más productos y, de esa forma, recomenzaría el círculo del despegue económico.
Es decir que insisten en replicar uno de sus más exitosos fracasos ya que, probado está desde la crisis del año 2008, tanto los bancos privados como los consumidores tienen una idea diferente al respecto. En otras palabras, las empresas financieras prefieren apostar en la Bolsa con el dinero gratis que les da la autoridad monetaria alegando que si incrementan sus carteras de créditos productivos o de consumo correrían grandes riesgos de incobrabilidad.
Pero los ciudadanos y empresas, lejos de dejarse seducir por la promesa de crédito barato, piensan tres veces antes de incrementar su endeudamiento. Por ejemplo, hace pocas semanas trascendió que la nave insignia de las finanzas alemanas, el gigante Deutsche Bank, necesitó “una mano” del Estado para aliviar problemas de liquidez. Y si semejante acorazado tiene problemas financieros, ¿qué queda para los ciudadanos?
Mientras tanto, la economía española todavía desconoce quién y cómo gobernará el país. Al respecto decía el economista español Venancio Salicenes al diario La Voz de Galicia que “resulta evidente que cada día más consumidores posponen sus decisiones de compra más importantes y ya son frecuentes los empresarios que empiezan a hacer público que paralizan sus inversiones en espera de un entorno despejado. Ocho años luchando, intentando sobrevivir a esta crisis, y ahora que salíamos del pozo ha de ser nuestra inmadurez política, nuestra incapacidad genética para pactar la que nos ponga la zancadilla”.
Asimismo, siguiendo con el mapa continental, la “rescatada” Grecia ve también ahondar su crisis política y financiera, a la cual se suma el drama humanitario de los refugiados.
Y desde China las noticias parecen poco promisorias ya que los datos de corto plazo van de mal en peor. Un reciente estudio del Financial Times señaló al respecto que “el milagro” de alta productividad ocurrido durante la dos últimas décadas está llegando a su fin y muchos de sus ciudadanos 25% de la población es mayor de 65 años ante el desempleo en las grandes ciudades vuelven a sus pueblos donde pueden trabajar la tierra o abrir pequeños comercios para subsistir. Y el desempleo se refuerza porque buena parte de la producción industrial demandante de mano de obra extensiva se trasladó a Vietnam, donde los salarios son un tercio que en China. O, también, importan trabajadores a veces indocumentados para abaratar sus costos.
Y vale recordar que el gigante asiático representa el 35% del producto bruto global. Pero su crecimiento será descendente por lo menos hasta el año 2020, lo cual representa un problema para todo el mundo ya que es el gran comprador y consumidor global, sobre todo de commodities como los que exportamos en nuestro país.
Así que todo lo descrito impacta a la baja en la rentabilidad de las empresas, por tanto en su capacidad de invertir y tomar empleados en el continente europeo. Y en los EE.UU. el vigorizado empuje de su economía tampoco parece tan fuerte como para sostener un índice accionario S&P en 2.000 puntos.
Por tanto, parece evidente que, en vez de persistir en bombear dinero a los mercados, aquello que podría mejorar la realidad de la economía, sobre todo la europea, sería la mejor de distribución del ingreso y cierta certidumbre política que ayude al consumo y la inversión.
Pero ello, por el momento, se parece más a un deseo que a la realidad. Entonces volvemos al interrogante inicial, ¿cuánto durará el festejo de los mercados accionarios globales en el mundo?