Las bolsas globales parecen embarcadas en un proceso en el cual la mayoría de las cotizaciones siguen al alza sin mucho reparo acerca de qué compañías se trate ni dónde concentren sus negocios o, sobre todo, cuál es la moneda que las respalda.
Y precisamente el mayor riesgo para los inversionistas globales podría venir por los próximos cambios en las paridades de las divisas globales, antes que de la formación de burbujas en los mercados de acciones y bonos.
En otras palabras, muy probablemente se modifiquen los precios de las monedas de la canasta global entre sí.
Asimismo recientes decisiones políticas de los países industrializados respaldan esa perspectiva, señalando el fin de la relativa “paix cambiaria”, sobre todo entre el cuarteto dólar / euro / yen / libra inglesa, existente durante los últimos tiempos.
La razón para que ello suceda es bastante fácil de entender y refiere a que, post crisis del año 2008, las economías más fuertes del mundo obtuvieron resultados muy distintos como resultado de sus estrategias de recuperación.
Por ello divergen también a la hora de aplicar tácticas con el fin de consolidar sus finanzas nacionales.
De esa forma Inglaterra y EEUU registran sólidos crecimientos y mejoras en los mercados laborales si, claro está, se compara su situación actual con la de dos o tres años atrás.
Mientras tanto Europa se debate en indefiniciones que postergan la solución de los altos niveles de desempleo y retarda el inicio de su recuperación.
Por último Japón apenas si esboza salir del marasmo en que se encuentra hace décadas.
En otras palabras mientras que el Banco Central Europeo todavía analiza cuando y de qué manera apretar el acelerador monetario para aumentar el consumo en la eurozona, en sentido opuesto la Reserva Federal de EEUU y el Banco de Inglaterra dan pasos concretos para frenar sus planes de expansión monetaria que implementan desde hace varios años.
Dicho en forma más clara mientras el primero duda acerca de cuándo y si bajar las tasas de interés, los segundos ya dan pasos concretos para aumentar los tipos de interés en sus países.
En lo que sí coinciden todos esos jugadores es en implementar solo políticas de corto plazo y lejos están de tomar medidas estructurales que mejoren sus economías a largo plazo, por ejemplo la inequitativa distribución del ingreso que prima en sus países.
Y los mercados financieros globales ya reflejan dicha situación porque la tasa del bono soberano norteamericano a 10 años rinde hoy 1,45% respecto al alemán. Pero vale recordar que esa diferencia era 0,93% hace doce meses y 1,08% a principios del año 2014.
Es cierto que esos valores pueden sonar a “nada” para un mercado como el nuestro que paga, en promedio, rendimientos diez o doce veces mayores a los que se mencionan.
Pero para los países desarrollados la diferencia de tasas de interés existente entre sus naciones, aunque luzca mínima para nosotros, es importante y significativa para ellos.
Así que los efectos prácticos de lo anterior refieren a que se fortalece el dólar frente a la moneda euro y, por tanto, mejoran los precios relativos de los títulos y acciones nominados en la divisa americana frente a la europea.
Por tanto es de esperar que los inversores analicen prontamente la conveniencia de elegir bonos nominados en dólares para sus portafolios, antes que en euros o yenes, simplemente porque se trata de obtener mayores beneficios.
¿Cómo impactan estos cambios en las naciones emergentes?
Durante los años de tasas bajas en EEUU los capitales financieros globales emigraron de dicho país en busca de mejores rendimientos – por ejemplo en nuestro continente – hacia Brasil, Perú o Bolivia.
Pero ahora probablemente los inversores americanos quieran emprender el camino de regreso a casa ante las perspectivas de una moneda más firme y ganancias más jugosas en su lugar de origen.
Para ello venderían sus tenencias de moneda local con el fin de comprar dólares para repatriar, lo cual produciría una sobre oferta de las primeras- ej. real, peso, etc.- que amenazaría su vigor actual frente a la divisa estadounidense.
Por otra parte los países que habitualmente reciben préstamos del exterior en la zona verían amenazadas sus fuentes de financiamiento.
Y estas consideraciones, conviene decir, deben tenerse en cuenta por parte del inversor global.
Fuente de datos: Financial Times