Tal vez sea la sensación de quien escribe estas líneas que, ocupado en la crisis europea o la lenta recuperación de los EE.UU., se suele tener poco en cuenta qué sucede actualmente en las entrañas de la segunda economía del mundo que, por otra parte, va por más en su posicionamiento global.
Porque el gigante asiático trabaja en transformaciones de su mapa económico-financiero para –entre otras novedades– instrumentar la libre convertibilidad de su moneda renmimbi, que hoy vale algo más que u$s0,16 por unidad.
Y ello porque la realidad le señala a Xi Jinping, actual presidente chino, la necesidad de reenfocar el lente y producir en los próximos años, tanto en el frente interno como en el internacional, suficientes reformas que consoliden la transición política y productiva de su país.
Los dirigentes saben que los tiempos en que el Dragón pudo mantener un crecimiento de dos dígitos basado en las exportaciones de sus manufacturas pertenecen al pasado.
Para mantener la bonanza interna se necesita mover al gigante hacia un modelo que profundice el consumo interno por sobre la dependencia del comercio internacional.
Por modificar dicha variable pasa entonces la actual transición del escenario productivo en Mailand. Pero semejante movida requiere de un hábil manejo de la coyuntura así como también de consenso político entre los líderes de la “vieja guardia” y la “nueva generación”.
La ciudad de futuro
La abanderada para producir los efectos deseados es Shangai, ciudad poseedora de “luz verde” a fin de iniciar una desafiante prueba piloto e implementar transformaciones que afectarán tanto a las finanzas como a la producción del entero país.
Por esa razón hace ya dos años el Consejo de Estado de China aprobó un plan para hacer de Shangai uno de los centros financieros y comerciales más grandes del mundo hacia el año 2020.
Así, esta ciudad recibió desde el poder central la venia para usar el renmimbi en acuerdos internacionales de intercambio comercial y también en acuerdos financieros.
Es que, y aquí el hecho más trascendente, la República Popular China desea transformar su moneda en convertible antes del 2023.
El acceso a la divisa china para el público hoy se encuentra prácticamente restringido a los ciudadanos del país y las transacciones globales que se efectúan bajo esa moneda adquieren relevancia muy limitada.
Pero la libre circulación, según como se instrumente, con el paso del tiempo podría hacer del renmimbi una moneda apta para comerciar y emitir instrumentos de inversión globales como bonos o ETF.
Por otro lado, podría constituírse en reserva de valor. Ante la pérdida de credibilidad que sufren los papeles moneda de los países industrializados, China muy bien podrá competir contra su viejo y cansado rival en la hegemonía global: el dólar estadounidense.
Entonces el epicentro de esa nueva revolución será Shangai, que al transformarse en una zona de libre comercio y negocios se constituirá prácticamente en una versión continental de Hong Kong.
Mientras tanto, desde el 1º de abril se les permite a sus residentes tanto como a los de Taiwán y Macao abrir cuentas en los bancos del conteniente, en un esfuerzo por facilitar el flujo de capitales y fortalecer el volumen de negocios en la Bolsa de Shangai.
El complemento político
Los cambios de actores acompañan a los desafíos a enfrentar. Por ello se enfatiza en la importancia de que el ex ministro de Relaciones Exteriores de China, Yang Jiechi, pase a desempeñarse como consejero de Estado.
El dato importante es que en el pasado los ministros de Relaciones Exteriores eran expertos en los EE.UU. o Rusia, mientras que hoy lo son en Asia-Pacífico. Sin dudas, ésa es una clara señal acerca de las actuales prioridades del Dragón.
Por todo lo expuesto hay coincidencias en esperar, para los próximos meses, se instrumenten nuevas y profundas reformas tanto económicas como en el terreno de las libertades políticas y ataques a ciertos focos de corrupción.