Para salir de la crisis ¿conviene aplicar el ajuste fiscal o planes de expansión económica? La dicotomía ideológica se conoce hace tiempo. Y los resultados que se obtienen con el empleo de una u otra estrategia también. Por lo tanto, y como ejemplo, veamos que pasa hoy en China. Para algunos analistas la caída en el nivel de actividad productiva del Dragón es un problema latente que amenaza, sobre todo, al resto del mundo dependiente de las compras de commodities y productos que el gigante realiza en el mercado global. Pero para la población que habita tras la Gran Muralla las cosas resultan distintas, alejada de las preocupaciones de occidente, y mucho más satisfactorias que años atrás. Aún así es cierto que los chinos enfrentan el menor índice de crecimiento de los últimos diez años por lo cual las ganancias corporativas se encuentran en caída libre y el mercado accionario local sufre una sangría. Pero también es real que gran parte de la población, desde los oficinistas de cuello blanco hasta los trabajadores migrantes del campo a la ciudad, expresan gran satisfacción con el actual nivel de la producción y el consumo en su país. Y la razón más poderosa para semejante estado de ánimo colectivo radica en que el salario promedio se incremento más de tres veces desde el año 2002, lo cual representó una mejora sustancial en la calidad de vida y el consumo para la mayoría de los chinos. Todo ello a pesar que la creación de nuevas fuentes de trabajo marcha a un ritmo menor al que su gran población necesita. Pero también existen algunas nubes en el horizonte. Básicamente porque la nación asiática se acostumbró a crecer rápidamente durante los últimos treinta años (las famosas “tasas chinas”) sin embargo actualmente lo hace a un ritmo de 7% anual y , lejos de los años de gloria, soporta la séptima caída trimestral en los índices de generación de riqueza. Por tanto conviene recordar que el descenso de la actividad económica implica también menores oportunidades de empleo. Y la falta de trabajo suficiente suele desembocar en agudos conflictos sociales en el Dragón. Sin embargo, a pesar de las dificultades mencionadas, la mayoría de la población en China considera que “las cosas marchan bien”. Y un ejemplo de la calle lo pudo brindar un taxista privado que bien se sabe constituyen una franja de trabajadores bastante propensos al mal humor, en cualquier parte del mundo, cuando en la economía algo funciona mal o en forma insuficiente. Así que quien nos llevó hasta el centro de Beijing señaló- demos fe a quien tradujo sus palabras- que compró su coche durante el año 2011, algo impensado 10 años atrás, y de esa forma logró duplicar sus ingresos mensuales hasta el equivalente a USS1.270 por brindar sus servicios en el tiempo libre que le queda luego de trabajar como empleado de comercio. Por cierto que, también, con un esfuerzo de muchas horas de tarea. Por otro lado, y como otra muestra de mayor bienestar en relación al pasado, el turismo interno aumentó en forma exponencial entre los residentes chinos. Por tanto al visitar la Gran Muralla, los bellísimos Jardines de Yuyuan en Shanghái, o en el aeropuerto doméstico de Beijing, puede observarse la fuerte presencia de ciudadanos nativos, sobre todo jóvenes, que pasean o pugnan por conseguir asiento en un avión que los traslade al lugar de descanso o paseo elegido. Y esto representa un signo de los cambios que ocurren en la última década porque, anteriormente, la mayoría de quienes disfrutaban de visitar lugares históricos y belleza naturales chinas eran sobre todo ciudadanos japoneses, coreanos u occidentales. Así mismo otro punto históricamente ríspido para la economía del Dragón es que el haber jubilatorio dista de ser una realidad para toda la población en edad de retirarse. Sin embargo algo cambia también en ese sentido. Por lo menos así opinó Zheng, dependiente de un comercio de ropa para hombres, quien tiene 56 años y espera jubilarse a los 60 con un estipendio de 2.000 yuanes al mes (algo menos de USS300), pensión que se asemeja a su salario actual. Y, aunque dicho monto pueda sonar magro para algunos occidentales, representa mucho más de lo que se podía esperar en China hace apenas unos años atrás. Aunque, también es cierto, aún queda mucho por hacer para llegar a igualar el estándar de vida de la mayoría de los chinos. Por ejemplo el acceso a la vivienda propia aún se reserva solo a la parte más rica de la población que, además, concentra la gran mayoría de los recursos desde la apertura de la economía que se inició en el año 1978. Sin embargo los humores sociales parecen mostrar que todo va para mejor, a pesar de la polución o las transferencias ilegales de tierras. Por tanto bien podemos concluir que aplicar planes expansivos en tiempo de crisis redunda claramente en beneficio de la mayor parte de la población china. Y tal vez a otras naciones en crisis les convendría entenderlo a la hora de formular sus políticas económicas.
