DESPUÉS DE 5 AÑOS LA CRISIS EUROPEA Y LA JAPONESA SE PARECEN CADA VEZ MÁS

Hace apenas cinco años atrás las cosas parecían muy tranquilas en el mundo de las finanzas globales. Por ejemplo durante el mes de agosto del año 2007 las predicciones de crecimiento para Europa y EEUU se acercaban al 2-3%.

Sin embargo ese mismo año, a comienzos de la primavera en nuestro continente, ya el BNP Paribas anunció pérdidas enormes referidas a sus negocios con hipotecas sub prime. Y en ese mismo momento el ECB (Banco Central Europeo) se vio en la necesidad de lanzar su primer programa de emergencia al inyectar 95.000 millones de euros para paliar el contagio que venía del merado americano.

Sin dudas la crisis había comenzado. Y si algo tuvieron claro los gobiernos de las naciones afectadas por ella fue tratar caer en igual situación que aquella sufrida por Japón país que, luego de la explosión de su burbuja de deuda en el año 1991, necesitó 10 años para comenzar a recuperarse.

Y el mundo sacó tres conclusiones de primera mano acerca de qué hacer para evitar que se repita en casa aquello que sucedió en la que otrora fuera la segunda potencia económica global.

La primera de ellas fue actuar rápido, segundo que el gobierno debe ayudar a limpiar balances bancarios maltratados para evitar ahogos de liquidez tanto como liquidaciones masivas de entidades y el consecuente pánico

por parte de los ahorristas. Por último, y en tercer lugar, revitalizar la economía mediante urgentes estímulos oficiales.

Y en función de la lección histórica que se recibió la reacción del mundo desarrollado en la crisis del año 2008 fue rápida.

Por tanto la Reserva Federal de EEUU y el Banco Central Europeo redujeron notablemente las tasas de interés para tratar de achicar los costos empresarios y también apuntalar el consumo a fin de sostener la demanda. Así que la lección primera de la crisis nipona pareció aprenderse, más allá de los resultados que se lograron al aplicarla.

Por otro lado durante el último Tsunami financiero, al caer los precios de las acciones y bonos, muchos bancos y empresas se encontraron con que la sumatoria de sus activos era menor que la de sus deudas.

Así que la experiencia japonesa enseñó que lo más conveniente en esos casos era atender inmediatamente dicho desbalance.

Y que para solucionarlo existían solo tres opciones: renegociar deudas, aumentar el capital o, el peor, ir a la quiebra. Por tanto, y en un acuerdo tácito, los inversores aceptaron recibir menores tasas de interés a cambio de que los volúmenes de default se alejaran de cifras catastróficas.

Por cierto que el rebalanceo salió tan bien que, según un reciente informe de Deutche Bank, los inversores en bonos de alto riesgo tuvieron 5 años de fiesta con rendimiento que

superaron el 30% en EEUU y el 25% en Europa, es decir muy lejos de la zona de pérdidas.

Claro que aún quedaba pendiente el problema de los grandes bancos-o “con” los grandes bancos-.Y vale recordar que el valor del Dow Jones del sector financiero se encuentra aún hoy u 60% por debajo que en el año 2007.Peor aún algunas entidades perdieron hasta el 95% de su valor de capitalización.

Así que tanto los gobiernos europeos como el de EEUU respaldaron a sus sistemas financieros con medidas, apoyadas por pocos en la sociedad, tales como invertir dinero del contribuyente en las entidades a fin de incrementar el capital de las mismas y evitar quiebras masivas.

Y eso fueron, ni más ni menos, los famosos bail-outs que en Japón se omitieron lo cual llevó a la seria afectación de su sistema financiero. Es decir que la segunda lección proveniente del desplome japonés de los años 90 también parece que dejó lecciones que se aprovecharon durante la actual crisis global.

Y si algo acertado hizo Japón en su hora critica, allá por la última década del siglo pasado, fue la implementación de planes de estímulos fiscales al sistema productivo y el consumo.

Lo mismo hicieron los países occidentales para revitalizar las economías desde el año 2008 tomando el aprendizaje del imperio del sol naciente aunque, infortunadamente, sin el suficiente impulso y volumen adecuados.

Todo lo cual lleva sin dudas a retardar más de lo necesario la recuperación de la economía del mundo. Porque básicamente los planes de estímulo que se implementaron hasta ahora resultan insuficientes, sobre todo en Europa, para garantizar el despegue de la demanda y la producción.

Además los salvatajes oficiales dejarán fuertes costos de largo plazo. Sobre todo por lo indiscriminado de los mismos al socorrer en forma indiscriminada empresas- de la economía real y de las finanzas- cuyo modelo de negocios se encuentra agotado, y que hubieran desaparecido más tarde o más temprano, con crisis global o sin ella.

Y Europa se encuentra claramente en la posición más peligrosa en ese sentido ya que la sucesión de erradas decisiones llevará a que su recuperación sé aun más larga y dolorosa que lo necesario.

Prueba de ello lo representan caída en la producción industrial que muestran los últimos reportes relativos a Italia tanto como Francia y también Alemania en un claro ejemplo acerca de cómo la indecisión política, el tercer talón de Aquiles que afectó en su momento a Japón, produce efectos en cadena que atrasan el reinicio de cualquier ciclo virtuoso en la economía de la Eurozona.

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