Los mercados globales de acciones estuvieron de parabienes en el primer trimestre del año y con una racha alcista que permitió, por ejemplo, al índice accionario S&P recuperar el valor que ostentó un año atrás.
Y ello se debió a que los niveles de consumo y empleo en EEUU señalaron una tendencia positiva pero también porque, severos ajustes mediante, la crisis del sistema financiero europeo se contuvo antes del desastre.
Por otro lado la mayoría de los países de Latinoamérica mantienen, con sus más y sus menos, sus pronósticos de crecimiento económico.
Sine embargo la luz verde pareció cortarse en los últimos días porque un nuevo fantasma recorre el mundo y agita los mercados.
Nos referimos a que China, la gran locomotora que habitualmente funciona a todo vapor para la recuperación de la actividad productiva global post crisis, hoy muestra signos de fatiga.
Y un dato a recordar en ese sentido es el déficit masivo de su balanza comercial que ocurrió durante el mes de febrero.
En otras palabras la nación asiática que se distinguió habitualmente por exportar mayor cantidad de productos de los que compraba al exterior, lo cual le permitió generar las reservas nacionales de divisas más importantes del planeta, dio vuelta esa tendencia.
¿Fue una cuestión circunstancial? Y, más importante aún ¿qué nos dice ese síntoma acerca de la segunda potencia económica del mundo?
Desde hace años china vende al mundo mucho más de lo que le compra, y a veces esa diferencia alcanzó volúmenes record, lo cual enojó a muchas naciones imposibilitadas de competir con los costos del gigante de Asia.
Y en línea con lo anterior se ubica que hace algunas semanas el presidente Obama recuperó para su administración el poder de imponer tarifas/ recargos a la importación de productos de Vietnam y China que, claramente, subsidian parte de su producción a precios de dumping.
Llamó la atención que dicha actitud contó con el acuerdo rápido, aún en tiempos pre-eleccionarios, de ambas cámaras del Congreso americano. Porque parece que para proteger las exportaciones existe inmediato consenso de todo el arco político en ese país.
Parecería entonces que las naciones ricas saben cuidar sus intereses. Pero a ellos tanto como a sus socios, conviene tenerlo en cuenta, les disgusta cuando al sur del río Bravo se pretende tomar actitudes similares en defensa de las exportaciones nativas.
Un cambio de enfoques
Pero en el mundo de la economía global y la lucha por la subsistencia las cuestiones están lejos de ser lineales o unívocas.
Entonces, aunque los mayores socios comerciales de Beijing-Japón, Unión Europea y EEUU- siempre reprocharon a China por su excesivo superávit comercial y ventas a precios de liquidación, ahora se quejan de todo lo contrario.
¡Porque los asiáticos retacean exportar productos¡
Y hasta presentaron una demanda porque los chinos les venden muy poco, en vez de mucho, ante la Organización Mundial del Comercio.
Claro que dichas potencias lejos está de pedir que el Dragón continúe enviándoles baratijas o maquinarias.
Por el contrario el reclamo se basa que les retacea sus ventas de tungsteno, molydebnum y las llamadas “tierras raras” (rare earth), que resultan indispensables para cierta producción industrial de uso civil y militar.
Y otra situación originalísima se produjo hace menos de un mes, cuando Beijing informó que en el mes de febrero tuvo déficit comercial por USS31.500 millones, el mayor desbalance de comercio internacional chino que se conoció hasta ahora.
Cierto es que normalmente alrededor del Año Nuevo Chino las compras al exterior aumentan mientras que la producción de productos exportables decae ya que las empresas cierran en razón de las fiestas.
Sin embargo apenas los chinos vuelven al trabajo esa situación tiende a normalizarse. Pero este año fue diferente: solo las importaciones tomaron su ritmo normal tras los festejos.
Y eso generó entre los especialistas tanto satisfacción como temor.
Lo agradable deviene de suponer que los chinos se encuentran en proceso de abrir un poco más su mercado interno a productos provenientes del resto del mundo.
La alarma se produce si se concluyera que el menor volumen de ventas al exterior conlleva un descenso en el nivel de actividad por las disminuidas ventas a Europa a lo cual se sumaría, además, los mayores costos de los commodities alimenticios y petróleo que china importa.
Pero aún sería demasiado pronto para sacar conclusiones al respecto.
Porque es cierto que las menores ventas al resto del mundo contribuyen a desmejorar la economía del gigante. Y la producción industrial creció en los dos primeros meses de este año a razón de 11,4%, cuando normalmente lo hace a tasas del 15%.
Pero por otro lado el ritmo de crecimiento de la economía global parece mejorar por lo cual el descenso de las exportaciones del país asiático podría haber tocado fondo.
Además el bajón económico confluyó con el control del proceso inflacionario, todo lo cual dio al gobernó cierto margen para estimular la demanda interna.
El ambiguo rebalanceo chino. Un dato clave
Otro indicador muy poderoso a tener en cuenta es que el tradicional superávit comercial chino se encuentra en baja.
Tal es así que ese indicador, decisivo para el proceso de acumulación de divisas, alcanza actualmente el 2,8% del Producto Bruto mientras que, antes de la crisis del año 2008, tocó picos del 10% del PBI.
Infortunadamente para muchos el ajuste de las cuentas externas influye poco en re equilibrar el consumo interno del Dragón, porque el plus en cuanta corriente se debe en sobre todo al aumento de la inversión interna. Es decir a mayor producción en vez de consumo
Entonces es probable que nuevamente los excedentes de producción reaparezcan, y eso llevaría nuevas tensiones en los precios del comercio internacional.
En ese sentido ya existen antecedentes sobre el particular.
Durante el período 2001/2004 se produjo un auge de la inversión en la industria pesada en el país de la Gran Muralla (aluminio, máquinas herramientas, productos químicos), por lo cual se desplazó la importación de tales bienes.
Y cuando se dio la posterior desaceleración en la industria de la construcción los empresarios, con toda lógica, trataron de vender todo su remanente al resto del mundo. Por cierto que ello contribuyó a generar una carrera competitiva por precios poco saludable para los mercados.
Y nuevamente durante los últimos tres años pudo verse un fuerte proceso de inversiones dentro de China, como una manera de enfrentar la crisis que se desató en el año 2008.
La diferencia, conviene destacarla, es que el dinero se aplicó esta vez a ferrocarriles y carreteras en vez de a industrias manufactureras.
Por lo tanto se puede pensar que una nueva disputa de precios en los bienes que se transan en el comercio internacional es menos probable.
Claro que resta confrontar con la realidad si todas estas variables podrán manejarse sin que se produzca una fuerte retracción en el consumo chino que reste energías al proceso de recuperación económica del mundo.