A estas alturas resulta muy probable que la troika europea logre cerrar un acuerdo “a presión” con Grecia y así, al menos en la letra, quedarán plasmadas las cláusulas para acceder a la refinanciación de los pasivos griegos.
Pero, y aunque para la foto algunos sonrían, queda pendiente resolver un problema que sólo se arregla con dinero: el mercado de los Credit Default Swaps (CDS).
Recordemos que estos instrumentos financieros representan un acuerdo por el cual el vendedor del CDS compensará al comprador en el caso de un eventual default del crédito que se asegura, por ejemplo, el impago de un bono soberano o corporativo.
La mayoría de esos contratos se formalizan bajo el paraguas de la International Swaps and Derivatives Association (ISDA), que está compuesta por los principales apostadores del mercado de derivados que venden los CDS y, por lo tanto, se comprometen a cubrir las pérdidas que pudieran surgir por los quebrantos financieros que produjeran los malos pagadores.
Actualmente ese mercado alcanza los u$s32 trillones, más de dos veces el PIB de los EE.UU., por lo que si se produjera una catarata de impagos, ni siquiera las espaldas anchas del Tío Sam alcanzarían para contenerla.
Asimismo, según la Comptroller of de Currency, la agencia federal del gobierno de los EE.UU. que supervisará a los bancos de ese país, las cinco mayores entidades bancarias de ese país (JP Morgan Chase, Citigroup, Bank of America, HSBC y Goldman Sachs) tienen en sus carteras el 95% de los contratos de derivados financieros del mundo.
Y acorde con la política de liberalización de los mercados que se sigue desde los ’90, el mercado de CDS está totalmente desregulado. Por lo tanto, nadie sabe si los aseguradores tienen dinero suficiente para hacerse cargo si sus pasivos eventuales se tornan reales.
Controversia. Pero en los EE.UU., para que una deuda pase a estado de default, el ISDA tendría que declarar tal evento, es decir que los mismos que deberían pagar el daño deberían previamente reconocerlo, porque son juez y parte.
Eso suena bastante controvertido, porque difícilmente alguien se dispare en su propio pie.
Sin embargo, el ISDA podrá manejar los reconocimientos de default dentro de los EE.UU., pero si un país se declarara en cesación de pagos el instituto americano nada podría hacer más que reconocerlo.
Por eso, los grandes bancos como Morgan o Goldman tienen motivos para preocuparse, ya que un eventual estado de default en la deuda soberana europea pondría en peligro a todo el mercado de derivados.
Ésta es una poderosa razón por la cual se omite declarar en “evento de default” a la quita del 53% en la deuda griega.
Entonces se genera la paradoja de que los inversores perderán al menos la mitad del capital que invirtieron sin tener el derecho de ejecutar sus seguros contra incobrables (CDS) y deberán asumir las pérdidas con su propio dinero.
Esto, por ejemplo, es lo que causa la quiebra del broker MF Global, que tiene u$s41 millones expuestos a deuda europea y, ante la falta de declaración oficial de default, está imposibilitado de cobrar los CDS que tiene para cubrirla.
En síntesis, los grandes bancos omiten pagar simplemente porque el default técnicamente no existe.
Pero, ¿qué sucedería si Grecia u otro país decidieran incumplir sus pagos sin más? Entonces no habría ninguna maniobra técnica para evitar el pago de la montaña de CDS acumulados en todo el mercado financiero global.
Así que el riesgo actual excede a Grecia y abarca a toda Europa, porque el temor de contagio hacia Portugal o Italia está presente, y difícilmente habría cómo contener y pagar semejante colapso en dominó si éste se produjera.
Por lo tanto, como es fácil ver, existen poderosas razones para hacer que las naciones con problemas de deuda soberana firmen cualquier acuerdo y se sometan a todo recorte o supervisión supranacional, antes que sus bonos alcancen el rigor mortis.
Sin embargo, aunque se llegue a cualquier tipo de acuerdo con Grecia, los riesgos de default masivos en los mercados seguirán presentes por un tiempo.