¿Para qué hablar de China si el foco de la atención financiera se encuentra en Europa y en lo que pase con Grecia?
Porque, en silencio y a paso firme, el tigre de Asia persiste en avanzar y corregir el rumbo económico y social, según las necesidades se lo demanden.
La segunda economía del mundo demostró, durante el año 2011, por qué llegó a ocupar ese lugar en el podio. En rigor, mantuvo su crecimiento productivo a pesar de la crisis que envolvió al mundo.
Y la clave radicó en el rebalanceo de su esquema poblacional y en los principios que signaron la economía doméstica tanto como la estrategia que siguió en el comercio internacional.
Entonces las últimas estadísticas que dio a conocer Beijing mostraron cómo la generación de riqueza se mantuvo a una tasa del 9,2% durante el año que pasó, y eso aun con las turbulencias globales más el significativo proceso de inflación interno.
Es cierto que, frente a los dos dígitos de crecimiento que mostraron durante los últimos treinta años, la performance del año 2011 parece menos atractiva. Pero corresponde poner ese logro en perspectiva, ya que se consiguió mientras la mayoría de los países desarrollados –clientes de China– mostraron un crecimiento casi nulo o bordearon la recesión y Europa permitió la explosión de las deudas soberanas.
Y en relación con la inflación, un verdadero problema sobre todo para los sectores de menores recursos que son mayoritarios en China, ésta se disparó a su pico más alto de 6,5% anual en el mes de julio pasado. Luego, se redujo al 4,1% en diciembre último.
A pesar de ese apriete de cinturón el tigre asiático creció ese 9,2% anual, inesperado para muchos analistas del mercado.
Las claves del éxito. Para los chinos los puntos de apoyo que ayudaron a sostener el ritmo de producción y consumo, con un entorno mundial en declive, fueron básicamente dos:
– La aceleración del éxodo poblacional desde el campo a la ciudad
– La reasignación de prioridades en la economía.
En tanto, por primera vez en su historia, la cantidad de personas afincadas en las ciudades superó a la población campesina. Entonces, a finales del 2011, el país demográficamente más grande del mundo contaba con 690 millones de habitantes en las ciudades y 656 millones en las zonas agrarias, en un extraordinario giro que informó el Buró Nacional de Estadísticas.
Por lo tanto, quienes viven en las ciudades representan hoy el 51% de la población total. Y tal proceso de urbanización se debió al veloz avance de la industria, que aparejó la posibilidad de conseguir trabajos mejor remunerados que en las tareas vinculadas con el campo.
Y el otro factor que permitió sostener la bonanza fue la menor dependencia de las exportaciones, tanto como el refuerzo del consumo interno, lo que protegió a los chinos del deterioro que sufrió el comercio internacional por la crisis global.
En ese sentido vale recordar que el superávit comercial chino cayó a u$s155.000 millones en el 2011, es decir que vendió al exterior el 14,5% menos que durante el 2010.
Por lo tanto, las exportaciones pasaron a representar apenas el 2,2% del PBI, contra el 3,1% del año anterior, o el 7,5% menos de cinco años atrás.
Pero, como se dijo, el ingreso de millones de nuevos habitantes a las ciudades les permitió mejorar sus ingresos y las posibilidades de consumo. Todo eso colaboró a sostener el índice de crecimiento nacional, aun con el deterioro del frente externo. Y, como consecuencia de lo anterior, los salarios de las personas que permanecen en el sector rural mejoraron un 17,9% al disminuir la oferta de trabajadores existentes.
Sin duda que los datos estadísticos, como usualmente sucede, resultan insuficientes a la hora de evaluar el importante impacto social y económico que devino del rebalanceo poblacional y económico del gigante asiático.
Reacomodamiento de Inversiones. Por otro lado, una de las razones por las cuales el gobierno chino invirtió históricamente una porción importante de sus excedentes financieros en bonos del Tesoro de los EE.UU. fue, sin lugar a dudas, ayudar a que su principal cliente individual mantuviera la adquisición de productos “made in China”.
Pero así como durante el 2011 el Dragón inclinó la balanza hacia el consumo interno, también modificó su estrategia inversora. Así buscó colocar mayor cantidad de dinero en productos alternativos a los títulos norteamericanos, un activo que que además perdió la calidad crediticia AAA.
En consecuencia, hacia finales del año que recién terminó, la tenencia china de bonos del Tesoro de los EE.UU. resultó la menor desde el mes de julio del año 2010.
Y eso lo ratificó el departamento que dirige el tesorero Timothy Geithner, al indicar que Beijing redujo un 10%, a 1,13 trillón de dólares, la posesión de títulos firmados por la oficina gubernamental norteamericana.
Y ése fue el sexto recorte que hizo China en los últimos seis meses, una señal que muestra cómo fue considerando rumbos alternativos para sus dólares de reserva.
De todas formas, Geithner apenas se preocupó por la “traición” de su principal cliente.
Y eso fue porque, en primer lugar, la crisis global empinó la demanda de sus bonos por parte de otros gobiernos en casi el 2%. Pero también, debido a que China es aún el mayor comprador de deuda perteneciente al Tío Sam antes que Japón e Inglaterra, que son los siguientes mayores acreedores.
Asimismo, la fidelidad de dichos inversores se mantuvo durante el 2011, a pesar de que los EE.UU. alcanzaron un nivel de endeudamiento en relación con el PBI de 100,7%, un ratio que se incrementará hasta el 105,8% en el 2012.
Tal vez por eso China ya anunció que continuará en el proceso de diversificación de sus inversiones, como por ejemplo comprar acciones de empresas en el mercado norteamericano o de otros países.
Claro que con dicha estrategia, además de atomizar el riesgo, Beijing podría controlar un mayor número de corporaciones alrededor del mundo. En tanto, según parecieron indicar los acontecimientos que relatamos, China produjo cambios para que su estrategia de crecimiento nacional le brinde los mejores resultados posibles, pese a la crisis mundial.