LOS BANCOS DEL MUNDO Y LA GUERRA POR CONSEGUIR CAPITAL

Parecería que todo el mundo está de acuerdo respecto de que los grandes bancos globales deben acrecentar su capital. Y esto suena lógico porque buena parte de sus recursos provienen de la captación del ahorro público. Pero otra porción se origina en los recursos propios que cada entidad posee como resultado del aporte de sus accionistas.

Por lo tanto, la parte sana, cobrable y realizable de ese patrimonio da un signo de la solvencia bancaria, es decir, la capacidad para afrontar eventuales quebrantos por malos negocios.

Asimismo, hoy en día, en muchos casos, tal idoneidad está fuertemente dañada.

Por este motivo, distintos analistas fundamentan la necesidad de que se reconstituya el capital bancario.

Pero, ¿resultará eso suficiente para garantizar el buen funcionamiento del sistema financiero en los países desarrollados?

Para la directora del FMI, Christine Lagarde, la respuesta a tal pregunta es positiva. Y se justifica en que los valores de activos en cartera bancarios sufrieron una fuerte baja desde el inicio de la crisis del 2008, y ello menguó sus reservas que ahora conviene robustecer.

Entonces, vale recordar que fueron los ciudadanos quienes a través de los impuestos contribuyeron a tapar los agujeros financieros en los bancos, tanto en los EE.UU. como en Inglaterra.

Y ahora, más allá de las palabras, parecería que serán los recursos de las familias –vía impuestos y ajustes fiscales– los que solventarán los quebrantos de las entidades financieras.

Por eso, muchos banqueros esperan que Alemania junto a Francia encabecen la nueva arremetida contra los bolsillos de los contribuyentes para salvarlos.

Mientras tanto, el Comité de Basilea, cuya función es supervisar la solidez del sistema financiero, sostiene la necesidad de reforzar la cantidad y calidad del patrimonio perteneciente a las empresas bancarias en todo el mundo que, recordemos nuevamente, constituye la garantía de los inversores.

El “detalle” es que tal requisito deberá cumplirse hasta el 2019. Es decir que, aunque la crisis arda hoy, habrá que esperar un lustro para observar mayor solvencia en la estructura de las finanzas globales.

Por lo tanto, la propuesta de que los bancos mejoren su estructura de capital para funcionar correctamente y evitar nuevas crisis, aunque tenga muchos adeptos, está lejos de resultar unánime.

Y cae de maduro. Ya que ningún aumento de capital será suficiente si persisten las políticas financieras que consienten el abandono de las buenas prácticas, es decir, el buen juicio a la hora de tomar decisiones de crédito e inversiones.

O, al contrario, ¿cuánto capital sería necesario para solventar en el tiempo las pérdidas que traerán los malos negocios que terminan en desastre, de continuar los actuales estándares de la industria financiera?

Y además, aunque se reconociera la importancia de sumar recursos al capital bancario, ¿cuáles serían los costos y beneficios asociados a las demandas de la autoridad en Basilea?

En una de las reuniones preparatorias de Basilea III, entorno en el cual se decidieron las nuevas normas y regulaciones para el sistema financiero global, pudimos escuchar que los montos necesarios para adecuar los capitales y la liquidez podrían duplicar a los existentes en la actualidad.

Y que, además, se aplicaría un costo extra a los mayores bancos del planeta. Algo así como una póliza de seguros para cubrir las eventuales pérdidas que devendrían para la sociedad en caso de que esos gigantes quebraran.

Pero, tanto la suba de capitales y reservas como la aplicación de un cargo a las grandes empresas bancarias resultarán en un incremento directo del costo de endeudamiento para las compañías y particulares tomadores de crédito.

Dicho de otra manera, si los bancos deben salir a tomar fondos para mejorar su patrimonio o pagar una contribución a título de reserva por potenciales quebrantos, repercutirá dicho costo en la tasa de interés de los préstamos que otorguen en el futuro.

Y para algunos analistas ese crecimiento en los tipos de interés y gastos, sumados a la absorción de fondos, generaría una contracción de más de 2,5% promedio en el PBI global.

Entonces, aunque parezca válido llevar los capitales y reservas bancarias a niveles de solvencia razonable, queda en tela de juicio si conviene hacerlo actualmente.

Porque poner a los bancos en el rol de captadores de fondos para su propio capital los colocaría, casi, en situación de competir con las empresas que requieren dinero para la producción. Y todo dentro de un mismo mercado de capitales global que está lejos de superabundar en recursos monetarios.

Así que, en principio, aceptar la sugerencia de Basilea III sería, de alguna manera, un disparador de mayores costos financieros y competencia por la liquidez existentes.

Y lo más probable entonces es que, en el actual mundo de las finanzas que ante todo busca sobrevivir, tales recomendaciones difícilmente tengan la implementación que se desea.

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