LOS VIEJOS AMIGOS SON ACTUALMENTE SOCIOS

Los países del centro y este europeo se acercan a China. Realmente el esplendor medieval de Praga, y sus deliciosos bares y bulevares, en nada se parecen a los modernos rascacielos cubiertos de neón que pueden verse en Shanghai o Beijing.

Pero, a pesar de la enorme distancia cultural y económica, los europeos “pobres” ven la conveniencia de acrecentar sus relaciones comerciales con la segunda potencia económica del planeta.

Y, para ponerle números a ese romance, el intercambio comercial entre el Tigre Asiático y las naciones de la CEE se multiplicó desde el 2002 hasta hoy, a una tasa de crecimiento cercano al 32% anual. Así que, el volumen comercial alcanza actualmente u$s41 billones.

Tal relación difícilmente pueda circunscribirse a una mera cuestión transaccional, mejor aún, se trata de una estrategia que también ayuda a Beijing a establecer una cabecera de playa en Europa.

En tránsito por ese camino, en junio pasado el premier chino Wen Jiabao visitó Hungría. Allí anunció créditos comerciales por 400 millones de euros para que los países del CEE le compren tecnología y servicios logísticos, que incluyen la construcción de un aeropuerto y las rutas de acceso pertinentes.

Por cierto, todo ello facilitará el mayor ingreso de productos chinos a Europa sin tener que pasar por las aduanas de Alemania o Francia.

En la misma línea, ya se estableció en Hungría la mayor fábrica de baterías que China posee fuera de sus fronteras, y que utilizará en sus autos eléctricos BYD, lo cual acrecienta la presencia asiática en la región.

Pero vale recordar que las estrechas relaciones entre las dos naciones vienen desde hace tiempo. Y los húngaros fueron uno de los primeros en ofrecer a los ciudadanos chinos el acceso al país sin necesidad de visa, ya en el año 1990, por lo cual actualmente viven en Budapest unos 50.000 ciudadanos asiáticos.

En juego de múltiples alianzas también hay lugar para la República Checa.

Por lo tanto, la emblemática Skoda, que fabrica autos en Shanghai desde el 2007, espera producir allí más de 200.000 unidades en el 2012.

Por supuesto que el negocio financiero también tiene su lugar. Así que PPF Group, la megaempresa de créditos al consumidor creado en Praga, cruzó el océano y ya otorgó más de un millón de créditos hipotecarios en tierras del Dragón.

Todos estos emprendimientos comerciales conjuntos tienen una explicación muy clara. Por un lado, China quiere posicionarse como potencia política global pero, además, resulta mucho más sencillo ingresar en Europa por los llamados “países periféricos” del área que a través de las grandes naciones de la UE.

Por otro lado, vale recordar, Hungría y Bulgaria fueron de los primeros en reconocer a la República China, cuando se creó en el año 1949, así que ya existen largos años de comunicación y relaciones comerciales recíprocas.

Además los ex europeos del este se acercan a Beijing en una actitud más colaborativa que las empresas occidentales de los países ricos pertenecientes a la UE que, cuando llevan inversiones a China, pretenden imponer su forma de producir y hacer negocios.

Balanza despareja. De todas formas, aún falta estabilizar el flujo de intercambio comercial. Porque, como sucede también con otros mercados, China vende mucho más de lo que compra en reciprocidad de negocios.

Por ejemplo, Polonia, una de las mayores economías de la región, importó mercaderías chinas por más de u$s7.000 millones y sólo vendió al Dragón el 20% de ese volumen.

Y, en el mismos sentido, el exceso de compras de Bulgaria versus sus exportaciones a Beijing alcanzaron en los últimos tiempos al 400% medidas en dólares de los Estados Unidos.

Del mismo modo, las importaciones de Hungría fueron 300% mayores (u$s5,34 billones) que sus ventas a los asiáticos (u$s1,47 billones).
Así que el único país que tiene superávit en su intercambio comercial con el gigante pertenece al club de los grandes jugadores y es Alemania. Porque exporta a los asiáticos productos por u$s55.7 billones y recibe de ellos bienes por u$s49.9 billones.

Parecería entonces que todos están de acuerdo con la integración y el intercambio de bienes y servicios, tanto como con las buenas relaciones entre los países. Siempre que, claro está, se hable poco de dinero.

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