por Gabriel Holand
“No mañana, pero quizás sí pasado mañana la Unión Europea podría ser un nuevo tipo de confederación, no como Estados Unidos, aunque con un Gobierno confederal, incluyendo un ministro de Finanzas, aunque eso depende de los ciudadanos, que decidirán cuál será el futuro de su historia”. Jean Claude Trichet, ex presidente del BC
El balance muestra que Alemania obtiene grandes beneficios de Alianza Europea.
Seguramente por conveniencia económica, pero también por algo de convicción ideológica que reafirma la primer aseveración, la Canciller Angela Merkel y su coro de asesores repiten sin descanso que más allá de todo tecnicismo jamás se socializará-discúlpese la contradicción- el pago de las deudas soberanas.
Por lo tanto la traducción al conjunto de eufemismos que suelen escucharse en Bruselas, epicentro político de la UE, es que cada país se arregle como pueda. Mientras tanto Alemania repite “bien me quieres bien te quiero, no me toques el dinero”.
Y, a esta altura de la crisis europea, la negativa germana a permitir que el BCE inunde el mundo de euros se parece más a desconocer cómo salir del atolladero que a una jugada estratégica clara.
Porque los intereses en pugna, algunos contradictorios entre sí, varía según la billetera con que se los mire.
- A los bancos alemanes les conviene una fuerte emisión de euros y que el BCE recompre los “activos tóxicos”.
Así por un lado aliviarían la insolvencia de buena parte de sus carteras pero, además, podrían usar esa avalancha de moneda para apalancarse a tasa barata y comprar más bonos soberanos en problemas, pero ahora con el aval de pago del BCE.
- Al gobierno alemán le preocupa una emisión general de euros porque licuaría parte de los activos de los ciudadanos pero, sobre todo, le quitaría poder de negociación con las economías de los países más pobres de la UE que, con dinero en la mano, se sentirán menos propensos a decir que si a los planes de ajuste “merkelianos”.
- Y, por fin, Berlín quiere salvar a sus bancos, porque cree que eso le saldrá más barato que ayudar a que toda la UE se salve.
Así que en estas circunstancias es posible que la UE resuelva sus problemas tarde, mal, y nunca.
Y por lo visto hasta ahora sería ilusorio pensar que los “súper héroes” de la escena política europea en algún momento se iluminarán por la luz de la sabiduría y que, finalmente, operarán en el sentido correcto.
Simplemente las economías más pobres y los mercados tratarán de estirar la cuerda para obtener dinero, mientras Alemania seguirá remisa a autorizar tal cosa. Hasta que algún suceso, del tenor de Lehman Brothers en EEUU, explote y aparezcan los billetes o la alianza se parta en pedazos.
Y, en medio de supuestos “errores” políticos y nuevas reverencias a la tecnocracia, convendría preguntarse cuál de las dos alternativas- la ruptura de la UE o aumentar la asistencia financiera a los países- sería la más conveniente para algunos sectores de la economía alemana más concentrados.
Porque tal vez algunos piensen, especulación absolutamente personal de quien escribe esta columna, que sería buen negocio dejar de bancar para sostener la estructura de la alianza y cuando todo explote comprar los restos de los países más pobres (empresas, recursos naturales, mano de obra) a precio de liquidación.
Claro que ese es un pensamiento poco sofisticado y que se ignoran los efectos de un desmoronamiento semejante. Pero viene al caso recordar que, si bien Lehman Brothers tuvo méritos propios para caerse, también hubo quienes lo empujaron un poquito o al menos obviaron hacer lo necesario para evitar el desastre. Y los efectos de tal situación los padecemos hasta ahora.
Por lo tanto la probabilidad que la zona euro, y su moneda, se desintegren dejó de ser una hipótesis posible y pasó a constituirse en probable para distintos analistas.
Tan sencillo como eso, y falta poco para ver el ojo de la tormenta.
Lágrimas de cocodrilo alemán
Desde hace más de un año Alemania puso todos los palos en la rueda que tuvo disponibles con el fin de limitar sus contribuciones al fondo de salvataje europeo, y encabezó repetidas arengas y llamados a la austeridad para los países casi quebrados del sur europeo.
También usó al FMI para presionar, pasó la gorra por China para conseguir dinero ajeno, y “descubrió” que era inútil proveer de mayor cantidad de recursos al Fondo de Estabilidad Financiera de Europa (Europea Financial Stability Facility) para que este pudiera recomprar más bonos soberanos en problemas.
Pero hay quienes piensan que ahora, mediante el rechazo de buena parte de la emisión de títulos que Alemania trató de colocar entre los inversores, los mercados pretendieron dar una señal clara a la UE.
Sin embargo, y para dimensionar las cosas en su justa medida, conviene decir que ya en oportunidades anteriores las emisiones alemanas se colocaron solo parcialmente. Además en esta última serie los germanos hasta pudieron pagar una tasa inferior que en anteriores subastas de sus títulos soberanos.
A resultas de los anterior bien se puede colegir que si bien los inversores mostraron sentirse seguros con Alemania, por lo cual le exigieron menor tasa de interés para prestarle plata, a la vez decidieron reducir la magnitud de sus apuestas de portafolio en la zona euro a la cual consideran hoy más riesgosa.
Dicho en otras palabras, se piensa que los germanos pagarán sus deudas sin problemas, pero los inversores se expusieron en menor magnitud ya que consideran el futuro de la eurozona harto impredecible.
Por consecuencia quizás Alemania decida próximamente cuanto está dispuesta a pagar, y de qué manera, por salvar la zona euro.
Y para responder esa sensible pregunta se deberá dejar de lado la creencia que sostienen los países ricos de la alianza por la cual, según dicen ellos, ayudaron a los socios más pobres en una actitud lindante con la bonhomía la caridad.
Y ese mito se alimentó con especulaciones y excusas como la que señala que los griegos, para poder jubilarse a los 50 años de edad, agrandaron sin límites su déficit fiscal y luego pidieron fondos de rescate para continuar con la fiesta. Pero en verdad ese imaginario que solo pudo observar una Grecia libre de impuestos y perezosa resultó, al menos, exagerado.
Además, y lo más importante, países como Alemania obtuvieron múltiples beneficios de la unión monetaria y tal vez ahora se deba pagar un poco más para salvarla.
Y si de ganancias para el norte europeo hablamos sería útil mencionar, en primer lugar, el efecto que las bajas tasas de interés causaron en el mundo durante los últimos años.
Entonces, y dado el bajo costo del dinero, países estables como Suiza o Brasil, recibieron enormes flujos de capital y por ende revaluaron sus signos monetarios.
Y la misma suerte le cabría a Alemania, que también resultó atractivo para invertir, si estuviera fuera de la moneda euro. Entonces perdería buena parte de la ventaja que la estabilidad de la divisa comunitaria le brindó a su producción industrial y las exportaciones.
Por el contrario probablemente la moneda de los llamados países periféricos de Europa cayera en los últimos años si estuvieran fuera del euro. Y de esa forma quizá estos tuvieran que enfrentar una crisis financiera, pero mantendrían su competitividad y la posibilidad de devaluar el tipo de cambio.
Así que los resultados de la unión monetaria que hoy obliga a ajustes insufribles a las naciones, como Grecia o España, es la misma que ayer trajo prosperidad a Alemania. Por lo tanto bien harían los germanos en compartir el botín que obtuvieron en vez de ponerse en el rol de celadores de sus socios para tildarlos casi de “vagos y mal entretenidos”.
Por otra parte Alemania se benefició más de los que reconoce con la consolidación de la moneda euro en los países de economías menos desarrollados, como Hungría, Rumania o la República Checa. Porque con bajas tasas de interés resultó rentable financiar a los países del sur europeo, que pagaron costos muchos altos para acceder a los préstamos.
Así mismo, para las entidades financieras privadas alemanas, fue buen negocio prestar dinero los gobiernos de Grecia, Italia o España. Porque los tipos de interés que estos países pagaron fueron mucho más altos los que los que se podían obtener por prestarle dinero al banco central alemán.
Otro punto a considerar entre los beneficios de los germanos es la política monetaria centralizada, que impulsa un fuerte control de la inflación “a la alemana” en toda la zona Euro.
Y la aplicación de evitar el aumento de los precios trajo como consecuencia que a países como Irlanda o España se les negara re monetizar su economía para paliar la crisis, lo que concluyó con una caída en la actividad económica, desempleo, pérdida de valor en los inmuebles, etc., en esos países. Así que Alemania debería compensar por esos daños.
Por todo lo expuesto se podría acordar con la Canciller Merkel cuando dice que la unión monetaria europea la obligó a realizar transferencias de riquezas. Pero olvida mencionar que también recibió beneficios por dicho proceso, algunos de los cuales mencionamos en esta columna.
Porque si bien los germanos pusieron dinero para rescatar a los países en problemas, también recibieron fuertes beneficios por la comercialización de sus productos y obtención de rentas financieras.
Por lo tanto solo si Alemania acepta esa verdad accederá a salvar el euro y a una generación que realizó esfuerzos para integrar a Europa.