Alineando los fantasmas con las inversiones de portafolio

por Gabriel Holand

A esta altura del año, en pleno proceso electoral argentino, me gustaría contrastar algunas incertidumbres propias y mezclarlas con oportunidades del mercado financiero local, que siempre se debate entre la euforia y deseo de mayores ganancias y el miedo a perder lo obtenido, ya sea a manos de la volatilidad o de un estado que a veces se comportó como confiscatorio.
Y en ese entorno, claro está, surge la palabra “maravillosa” … LEBACS, sea como activo financiero, o también como instrumento de deseo muy popular en estos días.
Hay quienes ven ellas, sobre todo las de mayo 2018, una atractiva fuente de ganancias, que lo es. Ahora también, bébase con mesura, porque cuando todos dicen que hay que invertir en determinado activo financiero, pues es hora de vender.
Otros señalan la conveniencia de invertir en bonos “en dólares”, a tasas que llegan a triplicar el rendimiento de los bonos de los países más “desarrollados” del mundo y a casi duplicar a el rendimiento que ofrecen los países de nuestra región. ¿Por qué será tan grande la “limosna” de la que cualquier santo desconfiaría? Y todo conciudadano que transpira nuestras calles argentinas respondería a esa pregunta con un…” por el riesgo, Gabriel”.
Y está bien, pero ¿Qué riesgo? O mejor dicho ¿Cuál de todos?
Porque algunos que dicen ser muy conservadores y precavidos, guardan sus ahorros en las diversas modalidades de cajas de seguridad.
Y tal vez esas personas olvidaron que, de tan cautelosas, se vuelven super agresivas. Porque, además del riesgo “boquete”, un dólar desinvertido pierde no solo la tasa de interés sino, también el costo inflacionario de EE. UU. En otras palabras: 100 dólares en el cajón dentro de 5 años valdrán con suerte USS 90 en términos de poder de compra, vista la inflación estadounidense “de mostrador”.
Y del otro lado estamos los adherentes al volátil club de los inversores financieros.
Y en ese entorno una parte de la hinchada diría que teme por el “alto endeudamiento del estado”. Y los de la barra opuesta les respondería que la deuda medida contra la riqueza anual que produce el país, es decir el Producto bruto Interno, aun es baja.
Y ambas partes quizás tengan una parte de la razón.
Porque el endeudamiento nacional es bajo si el dinero tomado a préstamo, tanto por el estado como por las provincias, se usara para obras de infraestructura, complejos productivos, etc. Pero hasta ahora buena parte del dinero obtenido fronteras afuera parece que va a financiar el meneado déficit fiscal, la baja de retenciones a las mineras y al agro, etc.
Algún lector a esta altura pensará que ese comentario se suma a las propuestas de “ajuste salvaje” (¿me pregunto cómo sería un ajuste civilizado?). Pero creo que los argentinos vivimos en ajuste salvaje desde años: de alimentación, educación, salud, seguridad. Y ello con independencia de los gobiernos de turno.
Y me sumo a quienes piensan que, más allá de los discursos ideológicos, nuestro país tiene un problema central: la famosa competitividad, y mientras tanto la enorme mayoría de los argentinos vive en condiciones económicas precarias y lo poco que producimos industrialmente es caro compara do con los precios de otros países. Por ende, dependemos mucho de las importaciones
Por tanto, tenemos un ciclo en el cual crecemos, y por tanto necesitamos importar más insumos, luego decaen los precios internacionales de nuestras exportaciones cual nos deja sin dólares, nos agarra endeudados, y se devalúa para dar nueva competitividad a las agroexportaciones.
Y vuelta a empezar la rueda, cada vez con una ciudadanía más pobre en recursos económicos y expectativas de mejoras.
Por ende, esta no es una cuestión de gobiernos o ideologías. Sino de generar herramientas para salir de ese círculo vicioso, y aprender a hacer aquello en lo que podamos competir, ayudando a quienes queden afuera de la mejor manera posible. Porque si no todos nos vamos quedando afuera.
Y una de las claves, tal vez la más importante, pasa por invertir en investigación y desarrollo, política pública por excelencia si la hay, como hicieron las naciones poderosas antes de serlo, y continúan con esa estrategia.

A resultas de todo esto conviene volver al tema financiero especifico y ser claros.
El destino de la deuda argentina, y las posibilidades de seguir tomándola, dependen en parte de cómo se comporte el gobierno en materia fiscal. Pero sobre todo importa que haga con la tasa de interés a 10 años el gobierno de EE. UU. y como evoluciones el contexto geopolítico Global. Si la tasa americana queda quieta y la locura de algunos líderes políticos globales se contiene, entonces, bueno, los inversores globales seguirán buscando mercados financieros como el nuestro en el cual se puede ganar mucho dinero en dólares.
Aunque si, por el contrario, asomara algo de inflación en EE. UU. y por ello subieran su tipo de interés, o algún evento político se desmadrase, en ese caso y como de costumbre los capitales migrarían de nuevo al dólar y en casa, es decir al país del norte, complicando y mucho nuestras finanzas regionales.
Claro que hoy por hoy esos riesgos parecen más lejanos.
Por lo tanto, los temores a un impago de la deuda soberana argentina también se alejan bastante en el tiempo.
Y entonces ¿que hacer con nuestro dinero?
Mire, si usted es de los que miran todos los días el valor de su portafolio, claramente es un enamorado de la moneda fuerte. Esa nunca traiciona ni provoca taquicardia.
Allí puede elegir entre los bonos más cortos, cuyas recomendaciones se pueden ver en diversos medios de comunicación especializados o no.
Pero hagamos un analizas más finito. Supongamos que haya quienes elijan, para una parte del portafolio títulos como el Bonar 37 (AA37) que rinde arriba del 6,5% y, atento a que amortiza capital e intereses en forma periódica, el “capital invertido” se recupera en 10 años. O el de la Pcia. de Córdoba 2026, que rinde más del 5,5% y, siguiendo la lógica anterior, se recupera en algo más de 4 años.
Algunos se sorprenderán porque la correcta lógica financiera dice “cuanto más largo más riesgoso”. Y ello es así.
Sin embargo, yo lo miro desde otro ángulo también.
Veamos un ejemplo concreto. Supongamos que compro el mencionado AA37 al 6,5%.

¿Cuáles son los escenarios posibles, siguiendo la lógica de lo dicho en esta columna?
1. Que la tasa de EE. UU. suba o algún riesgo político global lleve a los inversores a abandonar los mercados emergentes y caiga el precio de los bonos por exceso de oferta vendedora de los mismos. En ese caso, y i eso llegara a suceder, me quedaría con una inversión en dólares a muy buena tasa por una buena cantidad de años.
2. Que por alguna razón de aquí al vencimiento del bono el estado nacional postergue el pago de su vencimiento o les haga una quita. Pero, vale recordar, que en situaciones análogas como las del año 2001, de la cual se está lejísimos hoy en día, hasta los activos más conservadores como los plazos finos sufrieron.
Por tanto, es una decisión de oportunidad, con más adrenalina, para quienes puedan o quieran indisponer algún dinero y por un tiempo.
Y, seguramente, lógica similar, de sentido común extra financiero, corre para el meneado “bono de 100 años”. Porque hoy rinde alrededor del 7%, y eso implica que en 14 años se recuperó el 100% del capital, de andar todo bien claro está.
Por supuesto que en un plano más conservador los bonos dolarizados de CABA o los AY24 frecen un panorama más calmo y, por tanto, menos rentable.
Para los que tienen dólares y, al escuchar tanto acerca de las LEBACS en pesos quieran subirse a ellas, conviene recordar que entre la venta de la divisa hoy y la recompra cuando venza su inversión en pesos dejará en el camino alrededor de un 4,8% por la diferencia entre las puntas compradora y vendedora de la divisa que, sumados al natural riesgo cambiario, deberá compararse con el aproximado 2% mensual que brinda el título en pesos emitido por el BCRA.

En cuanto al tema accionario, ahí el panorama es un poco más complejo porque como sugiere el reconocido bróker Jaime Deane, directos de la ALYC “Deal SA, “las acciones subieron mucho, pero creo que todavía hay valor Es una jugada más de mediano plazo a junio del 2018 cuando nos transformemos en Emergente, nos hayan hecho una mejora del rating a fin de año y la economía esté creciendo al 5%”
Y si todo ello sucediera existen papeles que miran con atención los inversores, como TGS, Clarín o Banco Supervielle.
¡Suerte!

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