Al circular por las calles de Atenas y conversar con algunos de sus habitantes, de clase media urbana, resulta habitual escuchar en ellos un deseo tan apetecido como arduo de lograr: y éste se refiere a mejorar sus condiciones de vida aliviando la presión de los planes de ajuste pero, a la vez, mantenerse dentro de la Unión Europea.
Claro que lograr esas aspiraciones requiere pagar costos económicos o políticos, pero nada es gratis para las partes involucradas en el conflicto. Tal vez por ello el premier griego Alexis Tsipras y la Troika de acreedores (formada por la Comisión europea el BCE y el FMI) finalmente se encuentren a las puertas de un “alto el fuego” que, parece, balancea las demandas de mejoras sociales de los votantes griegos con algunos de los reclamos de austeridad que efectuaron los países más desarrollados de Europa con Alemania a la cabeza.
Por ello Grecia cedió en parte y se autopropuso buscar ahorros en el pago de pensiones y jubilaciones y otros gastos del sector público, así como también mantener las privatizaciones ya efectuadas a partir del año 2012 bajo el gobierno del entonces premier griego Antonis Samaras.
Y, en la vereda de enfrente, el presidente del Eurogrupo y ministro de finanzas holandés, Jeroen Dijsselbloem, aseguró que la lista de reformas propuestas por los griegos constituyó un buen punto de partida para las negociaciones que finalmente fueron aprobadas en el Parlamento europeo.
Claro que, vale aclarar, los acuerdos de cúpulas alcanzados necesitan ser refrendados por los Parlamentos de diferentes países de la eurozona, incluido Grecia, para entrar en vigencia. Y en dichos ámbitos el pacto parece un poco más trabajoso de sellar. Porque según la izquierda del partido Tsipras, los contenidos del convenio traicionan parte del compromiso ante los electores y, en el otro rincón del ring side, la presidenta del FMI, Christine Lagarde, destacó que el acuerdo le parece “vago” debido al escaso compromiso asumido por parte de Atenas.
Y en este punto tal vez corresponda “darle la derecha” sin ironías a la jefa del Fondo Monetario, porque lo pactado resume sólo una serie de buenos enunciados antes que expresar medidas concretas y mensurables. La realidad es que los actores en pugna buscaron construir un puente que durante cuatro meses evitara tanto a Grecia caer en impagos de su deuda, que precipitaría su salida de la UE, así como también a los principales bancos europeos tener que absorber importantes pérdidas en sus créditos a los bancos helenos.
Es decir que se sale del riesgo inmediato de catástrofe, pero a mediano plazo el camino presenta muchas más sombras que luces en estas negociaciones.
Mientras tanto, los mercados anticiparon que al menos por ahora la sangre no llegaría al río, por lo cual las acciones subieron en promedio 20% tal como preveíamos en nuestra columna de principios del mes de febrero y también mejoraron los precios de los bonos tanto como bajó el indicador del riesgo país.
Y ante el crecimiento de los indicadores bursátiles, ya sucedido, conviene pensar que escenario podría presentarse hacia adelante.
En ese sentido me sumo al criterio de David Galán, reconocido analista de las Bolsas europeas, quien escribe habitualmente en el sitehttp:/ /www.bolsageneral. es/. Allí se sostuvo que la Bolsa griega no es alcista sino que, simplemente, está rebotando desde la base de un canal bajista. Por tanto, lo normal sería que crezca sólo un poco más, ya que, a mediano plazo, su evolución está llena de incógnitas.
En otras palabras, el rumbo alcista de la Bolsa griega bien puede estar cerca de su techo y cambiar de tendencia próximamente.