por Gabriel Holand
¿Alguna vez guardó tan eficientemente una suma de dinero, o quizás alguna joya de la abuela, de manera tal que luego le costó muchísimo recordar cual era el lugar en el cual atesoró el preciado objeto?
Si le sucedió tal situación, estimado lector, ya puede sentirse acompañado. Porque a otras personas en Japón, lugar ordenado y metódico por definición, les pasó algo similar.
Claro que, con los avances tecnológicos, hasta los hallazgos de cosas perdidas se volvieron más sofisticados en este siglo XXI.
Por ello bien vale la noticia que trajo el diario Financial Times en un lugar destacado de su edición correspondiente al día 21 de marzo.
Allí se destacó que la firma Mt Gox , conocido operador de los mercados financieros, halló 200 mil unidades de Bitcoins, equivalentes a USS 114.800.000, que durante el año 2011 se le habían perdido en una “vieja billetera” virtual.
Claro que dicho hallazgo correspondió solo a una parte del total de 850.000 unidades de la sofisticada mercancía extraviada por lo cual, asumimos, siguieron hurgando sus archivos de internet para encontrar las restantes.
A esta altura de la nota mejor recordemos que los Bitcoins, desde su aparición en los mercados, carecieron de representación física en billetes o bono ya que solo tienen vida virtual e Internet. Además la emisión y circulación de los mismos está, para bien y para mal, fuera de las regulaciones de los bancos centrales y organismos financieros del mundo.
Y esta historia que contamos vino a cuento ya que la empresa MT Gox, el más grande operador de bitcoins del mundo basado en Tokio, solicitó su propia quiebra en razón del mencionado extravío de las 850.000 divisas virtuales-equivalentes a casi 488 millones de dólares.
Por supuesto que esta situación enojó a muchos inversores a quienes les resultó imposible acceder a sus tenencias de Bitcoins, escondidas en algún lugar de la nube ciberespacial, y puso nuevamente en el centro del debate los escasos controles que tiene el comercio de dicha moneda.
Peor aún. Debido a los escasos o nulos registros existentes sobre las operaciones resultó muy difícil detectar qué parte de aquello que se rescató recientemente de los resquicios del sistema era propiedad de los ahorristas y qué porción pertenecía a las tenencias de la propia empresa.
Por todo lo expuesto, y como para sumar un granito de arena al desconcierto general, el gobierno japonés sugirió tratar al signo monetario virtual como un comodity antes que como un medio de pago o atesoramiento. Y de esa forma evitar -dijeron en algunos pasillos- el posible reclamo de algún damnificado contra la autoridad monetaria de ese país por las pérdidas sufridas.
Sin embargo los defensores del Bitcoin pusieron el grito en el cielo porque, de esa manera, el billete tecnológico caería en similar órbita regulatoria que los metales o cereales perdiendo así buena parte de su atributo principal como medio de pago y dejaría de competir a futuro con el Yen, dólar o similares divisas de alcance global.
Ciertamente semejante escándalo dañó aún más la golpeada reputación del Bitcoin.
Y ello sucedió en un momento en el cual su utilización comenzó a ganar popularidad en el mundo de los inversores más arriesgados, quienes los compraron sin dudas a la espera de su aceptación como divisa global y el consecuente aumento de su valor de cotización en los mercados virtuales del mundo.
Publicado en Diario BAE