Muchos inversores se preguntan por qué el día que el gobierno federal de EEUU se quedó sin fondos para sus gastos- el 30 de setiembre- la bolsa americana, lejos de caer, subió levemente mientras un activo de refugio como el oro perdió valor en los mercados.
Sin dudas esos movimientos reflejan una situación que conviene analizar de cara al futuro próximo. Porque el aparente autismo de los operadores responde en parte a la propia naturaleza de los mismos pero, también, a otras particularidades del escenario financiero global en la actualidad.
En primer lugar: una cuestión de ADN
La llamada “Teoría de los Mercados Eficientes” señala que son tales aquellos que ajustan rápidamente el valor de los activos financieros porque incorporan en forma instantánea toda la información importante disponible en el entorno. En otras palabras que las bolsas casi automáticamente reflejan con alzas las buenas noticias recibidas y deprimen sus precios con las malas nuevas.
Sin embargo la realidad refutó dicha hipótesis durante diversas situaciones críticas que desnudaron la ineficiencia para reaccionar de manera acorde a los cambios en la percepción del riesgo… Y los próximos acontecimientos en el capítulo de la crisis de EEUU podrían poner a prueba nuevamente la construcción teórica mencionada.
Y para muestras basta con el ejemplo europeo. Cuando varias naciones de dicho continente a partir del año 2009 mostraron signos que presagiaron dificultades para asumir los pagos de sus deudas soberanas -en los plazos y con las tasas pactadas- los mercados hicieron como si nada de ello sucediera.
Por tanto durante largo tiempo los precios de dichos bonos se mantuvieron más o menos estables aunque la calidad de diversos deudores se deterioró marcadamente. Sin embargo y en forma abrupta, a mediados del año 2011, los operadores calcularon que existía un riesgo de default de 30% para los próximos cinco años en distintas naciones europeas lo cual derrumbó el valor de sus bonos soberanos. Y ello sin duda, al mirar hacia atrás, bien puede calificarse como una sobrerreacción o, peor aún, una maniobra especulativa de muchos operadores de bonos globales.
Entonces es posible ver que, por una u otra razón, los mercados muchas veces yerran por exceso o defecto al evaluar una situación de riesgo financiero de un deudor sea este público como el ejemplo que se mencionó o privado como el caso Lehman Brothers.
¿Y si no nos encontramos ante un nuevo error de cálculo que sub-pondera los riesgos actuales y mantiene en relativa calma los precios en las bolsas?
Más aún también conviene preguntarse por qué algunos operadores, y en momentos críticos, demoran su reacción.
Y una respuesta probable es que desarmar las carteras de riesgo tiene un costo ya sea por vender barato o pagar primas en los mercados a término. Y si luego la crisis pasó de largo sin producir mayores daños se dificulta explicar a los clientes porque se incurrieron en costos de protección mientras que, por otro lado, los operadores más audaces lograron mejores números que aquellos más prudentes.
Por eso muchas veces solo cuando el riesgo se mostró muy evidente, y a veces en forma tardía, se tomaron las medidas proyectivas del caso.
¿Pero entonces, contrariamente a ciertas teorías, los actores se comportaron en forma irracional y omitieron protegerse ante riesgos evidentes? Probablemente una respuesta a dicho interrogante señale que los “mercados” están formados por operadores que quizá en algunos casos cuenten con capacidades intereses disímiles e intereses que a veces se diferencien de los objetivos de algunos de sus clientes.
Nadie dice esperar lo peor
Sin embargo el punto crítico central que debe decidirse en EEUU afecta a la nación americana y al mundo. Y sucederá dentro de pocos días.
Porque a mediados de este mes el Congreso debe aprobar el aumento del endeudamiento fiscal. En otras palabras autorizar al gobierno federal a emitir más deuda para pagar las facturas pendientes y seguir respirando durante el año fiscal 2014.
Por tanto muchos especulan que la actual falta de autorización del presupuesto de gastos es solo el aperitivo ante el desafío de aprobar los medios para financiar dichas erogaciones.
Entonces si se cerrara la vía de abonar con nuevos empréstitos las deudas preexistentes podría ocurrir que EEUU, el mayor emisor de títulos y dueño de la moneda de atesoramiento y transacción global, cayera en default.
Por cierto que las consecuencias de semejante escenario son simplemente desconocidas y por tanto la mera especulación sobre tal ocurrencia genera hipótesis de catástrofe que van desde el fin de la economía líder, y en decadencia, de occidente hasta un cambio en el patrón de monedas globales sin omitir otros círculos del infierno que hasta asustarían al Dante.
Claro que todos esperamos que prime la cordura en los factores de poder de EEUU y que, sumado a la presión internacional, se encuentre una solución a este problema antes que pueda convertirse en inmanejable.